sábado, 8 de diciembre de 2007

reyezuelo democratico?

Serpientes y escaleras
Salvador García Soto
El Universal

Sábado 08 de diciembre de 2007



La asunción del nuevo dirigente panista será una decisión tomada desde Los Pinos, revestida de “elección interna democrática”, tal como se estiló en 71 años de régimen priísta

Hoy, cuando Germán Martínez Cázares asuma como nuevo presidente nacional del PAN por aclamación de los panistas, un pequeño “dedito” renacerá en la parte que había sido mutilada en la casa presidencial. Porque sin restarle méritos a su trayectoria personal y a sus credenciales de panista, la asunción del nuevo dirigente del partido oficial será una decisión tomada desde Los Pinos, revestida de “elección interna democrática” y pasada por los estatutos del partido, tal y como sucedió y se estiló en 71 años de régimen priísta.

Decir que lo que en el PRI era un vicio duramente cuestionado por propios y extraños se volvió “virtud” en la actual era del PAN sólo puede obedecer a ceguera interesada de militantes o analistas orgánicos del nuevo régimen. Con los matices que se quiera, el relevo en la dirigencia nacional panista tiene todas las reminiscencias del pasado priísta: un presidente que decide desde el gobierno quién debe dirigir los destinos de su partido; una cúpula partidista que opera esa decisión y la baja a las bases —incluso con injerencia del propio gobierno, según denuncia el dirigente saliente—, y unas bases que ciegamente acatan la decisión presidencial y eligen por aclamación al enviado de Los Pinos.

Parece, a todas luces, un intento de restauración de viejas prácticas de la presidencia omnímoda del priato. Se repite, con mínimas diferencias y con la justificación general de que “el presidente necesita de su partido para gobernar”, el esquema imperante en siete décadas, en el que partido y gobierno se funden en uno solo, con límites tan difusos que sólo obedecen al interés del presidente, en el que el gobernante en turno dicta la línea que acata su partido y lo somete a su voluntad.

Lo que pone en evidencia el acto de hoy, que el propio Calderón acude a encabezar y a atestiguar, es que está en marcha un intento y una estrategia para restablecer la Presidencia todopoderosa de las últimas épocas del PRI.

Si bien no hay condiciones, y eso lo saben bien los panistas, para pensar en un regreso de la Presidencia imperial y omnímoda, la idea es volver al menos al fortalecimiento de la figura presidencial y restituirle, vía reformas constitucionales, una serie de facultades y atribuciones —de las escritas y las no escritas— al titular del Ejecutivo federal, que fue perdiendo con el avance de la democracia y el fortalecimiento de los poderes Legislativo y Judicial.

Porque si bien a Calderón hay que reconocerle su labor para revaluar la imagen de la investidura presidencial, a la que volvió a darle seriedad y nivel después del vergonzoso deterioro en el que la dejó Vicente Fox, por encima de eso hay algo que empezó a mostrarse públicamente el 1 de septiembre pasado, con la criticada fiesta en Palacio Nacional tras el escueto informe en el Congreso, y que ha ido tomado forma de estrategia política por parte del PAN y el gobierno.

En la mesa donde se negocia la reforma del Estado, por ejemplo, en el capítulo que tiene que ver con la revisión del régimen político actual, la posición del PAN ha sido hasta ahora oponerse y bloquear las propuestas del PRI y el PRD para modificar al actual régimen. Mientras los perredistas defienden un cambio radical al modelo semiparlamentario, los priístas tienen una propuesta, diseñada por Manlio Fabio Beltrones y su asesor, Alberto Aguilar Iñárritu, que plantea la creación de una jefatura de gabinete nombrada por el Congreso, a propuesta del presidente y con mecanismos incluidos para crear mayorías parlamentarias que permitan al titular del Ejecutivo gobernar y sacar reformas importantes.

Los dos planteamientos de adecuaciones necesarias al régimen, tanto el moderado del PRI como el más profundo del PRD, se han topado con el planteamiento simple y pragmático del partido gobernante: mejor fortalezcamos al presidente, aumentemos sus facultades y démosle herramientas para que pueda maniobrar ante el Congreso y los otros poderes.

La discusión es de fondo y aunque parece un tema prioritario a la luz de los desacuerdos e incapacidades mostradas por nuestra clase política, unido al agotamiento de las viejas reglas de operación del actual sistema, los partidos están atorados en la mesa de negociación y el tema no se ha movido un centímetro en los meses que lleva instalada la CENCA.

Tal vez lo que añoran los panistas y Calderón ahora que tienen el poder son las mieles del viejo presidencialismo que permitió al PRI, con toda su cauda de aciertos y errores, instalarse en el poder 71 años y sorprender incluso a los regímenes más duros y autoritarios, como el comunismo soviético.

Hace 10 años, en 1997, un joven dirigente nacional del PAN, hijo de las familias fundadoras de ese partido y formado en el ala más doctrinaria de Acción Nacional, dijo en público una frase certera que describía la influencia del viejo partido hasta en sus detractores: “Tomar el poder requiere de una dirección muy clara, para no repetir los vicios y errores de los regímenes del PRI, para no dejar que actúe el pequeño priísta que todos llevamos dentro”. Ese joven es hoy el Presidente de México. ¿Será que ya en el poder está aflorando ese “pequeño priísta” en Felipe Calderón?

A esto es a lo que los merolicos de plumaje azul llaman presidente democrático?; lo que sucede es que el reyezuelo de miniatura siempre a tenido sentimientos dictatoriales y es lo que quiere hacer con el pobre pueblo mexicano. Yo me pregunto es esto por lo que los seguidores del reyezuelo votaron?.

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